Siempre he odiado los finales inconclusos, esos que te dejan con zozobra, con un nudo en la garganta. Siempre he odiado esos finales que no se leen como finales, aquellos finales forzados, de esos que quedan en puntos suspensivos, aquellos que dejan el faro encendido, esos que te destrozan y te avivan al mismo tiempo, esos que queman y alivian. Siempre he odiado a las personas que se convierten en lo que tú eres para mí.
He de decir que con el tiempo te has convertido en un no final, de esos recurrentes, un círculo en el que me paseo una y otra vez, ¿qué será? Me he odiado un par de veces, te he maldecido unas cuantas más. He maldecido el haberte conocido, he maldecido el haberte tocado como lo hice, besarte como te besé, desearte como te deseé, dibujar en tu piel un futuro, sentir el calor de tu ser. He odiado las promesas inconclusas que alguna vez se dijeron, odio aquellas palabras que profesaban amor, ¿no te das cuenta cómo me has dejado? Acaso no te das cuenta de que no quiero caminar junto a nadie más, no quiero sostener la mano de alguien diferente a ti, no quiero despertar con otro rostro que no sea el tuyo. ¿Cómo te atreves a dejarme aquí? El corazón se me parte en mil y a ti no se te da nada… por favor, vuelve. Eres un final de no acabar… un inicio infinito.
Por: Edson Andrés Londoño