Restas del corazón

Él era un enamorado, un loco empedernido por el sentimiento, él se había convertido en aquello que jamás pensó, un resultado de los juegos del destino, un resultado que capturó su vida y lo condujo a un final que jamás pensó. Era un pájaro sin alas, un triste soñador, un luchador de rodillas. Siempre había esperado lo mejor… lo mejor nunca llegó.

En algún momento sintió que Cupido hizo su trabajo, miró al cielo y agradeció por ello. En aquel momento sintió que todo había valido la pena, en ese preciso momento vio a su pasado desvanecerse, todas las lágrimas que algún día derramó por aquellos fugaces amoríos se convirtieron en risas. El simple hecho de pensar que antes de ella había encontrado el amor le resultaba absurdo, ella era su ahora, con quien la palabra amor pasó de la teoría a la práctica, tomó algún significado.

El amor genera decepción, el amor no es sin el dolor, sin sufrimiento. Tonta necesidad humana, absurdo vacío emocional. El tiempo le mostró que el amor profesado no eran más palabras en el viento, sin destino alguno, lanzadas sin significado alguno. Su rostro cambió, sus ojos cafés dejaron de ser, un negro y profundo vacío se posó en su mirada. Él sabía que ya nada sería igual, lo supo desde que la conoció, lo supo desde que aceptó un no futuro a su lado. Ahora allí sentado no veía el edén que con ella vivía, ahora desde la esquina, sentado en las escalas pudo ver otra realidad, una que no era la suya y que se convirtió en la única.

Ahora se odia. Odia cada partícula que le construye. Tonto ingenuo con aires de experiencia, siempre fue el conejillo de indias, sirviendo de relleno para heridas ajenas y dejando las suyas abiertas, expuestas a la intemperie. Ya nada queda de sí, oculto en las sombras del ayer. Su corazón se marchitó, palpitante a un ritmo casi inerte, no quedó más para él, el tiempo se encargó de secar sus lágrimas, el tiempo se encargó de alimentar su deseo por no contar más días.

     Escrito por: 

                      Edson Andrés Londoño

Espiral

El día es frío, las nubes bloquean la alegría. Siento como el viento se cuela por las sabanas, la piel se eriza, mis dientes empiezan a temblar, el titiritero me lleva a la cocina. No hay nada mejor un buen chocolate caliente, me encanta. Me siento al lado de la ventana mientras el fogón hace su trabajo, veo como la lluvia reposa en el cristal, la melodía que emana cada gota es mágica, como cada tecla de un piano, mirándolo así el día no parece triste. Empiezo a dibujar con la yema de mi dedo tu nombre, que lindo se ve escrito, que lindo se ve ahí. Vuelvo a la cocina, mi chocolate está listo, regreso a la ventana, ya no está tu nombre, el frío ha empañado todo.

El chocolate se ha terminado, siento como si fuera una apología de la vida. Los momentos cortos se deben disfrutar al máximo porque si dura mucho ya no se producirá placer. La vida dura lo suficiente para vivirla. Empiezo a dar vueltas por la casa, ya no estoy tan tranquilo, vuelvo a la casa, me levanto, me acuesto, me abrigo, voy a la cocina, vuelvo, prendo la televisión, la apago, me abrigo, todo se repite. A este punto ya no tengo uñas qué comer. A este punto ya no sé qué hacer. Estoy muriendo de aburrimiento y al borde del colapso.

La puerta suena, mi expresión cambia. Puedo oler su perfume, me encanta ese olor, dulce y cítrico, tú y yo. Me calmas, me sumerges en una realidad diferente. De un brinco salgó de la habitación, te veo, estás muy abrigada y no es para menos, te abrazó, tú lo haces, siento algo diferente, te duele. Lo lamento, lamento que tengas estragos de mi amor en tu piel. Tomo tu rostro en mis manos, que linda te ves, tu mirada es diferente, te siento extraña, me empiezo a preocupar, mis ojos se llenan de lágrimas. Te liberas de mis manos y vas hacia la habitación, yo me quedo en la sala, me siento en el sillón, aquel sillón blanco que escogiste, que bonito es. Ahora mismo estoy pensando en porqué estás así, no has dicho o hecho nada, no quiero interrumpirte sea lo que sea qué hagas, empiezo a sudar, ya me estoy preocupando, levanto mi mirada y ahí estás, en la puerta de la habitación, por qué tienes unas maletas, no lo entiendo, me estoy confundiendo.

Abrázame, no necesito que digas nada, mantente en silencio por favor. Aún puedo recordar la primera vez, lo sé, sé muy bien que te marcharás, no espero que me des nada, ya lo que has podido dar me lo has dado. Déjame disfrutar del momento porque cuando cruces la puerta yo me desmoronaré, no habrá de mí una parte completa, quiero recordar todo lo que vivimos, te llevarás contigo todo lo que soy.

¿Qué será de mí? Sólo he sabido cuidar de ti. ¿Qué será de ti? Nadie te podrá amar como yo. Ahora puedo recordar todas las promesas que un día hicimos, todo pasa por mi mente, nosotros, lo nuestro. Abrázame más fuerte, ignora mi temblor, ignora mi idiotez. Me duele, moriré en el silencio de la soledad, quedaré con la sombra de ti, con el frío toque del dolor. Lo sé, no hay vuelta atrás, te empiezas a separar de mí, <<no puedo seguir así, no puedo soportar más>> dices soltándome.  El vacío es inmenso, no puedo describir cuán difícil es esto, te has convertido en mi mundo, has construido mi vida.

Entiende que no quiero ser otro más, te quiero a ti, te quiero sólo para mí, haría y daría lo que fuese por ello. ¿Puedes entenderlo? No será lo mismo sin tu presencia, no quiero ser el espiral que he sido anteriormente, me salvaste, me rescataste de todo, del vacío. No acepto que te quieras ir, prefiero morir en el intento de tu huida. No, nadie volverá a herirme, no volveré a quedar solo, no seré lo que fui antes de ti. Entiende que te necesito, no te he necesitado tanto como lo hago ahora, mi respiración se contiene contigo, mis ojos se llenan de esperanza, no cambiaré nada de ello, seremos tú y yo, un verdadero amor.

¡Oh Dios! No soy así, tu rostro está sangrando, lo lamento. Perdóname, no sé qué ha sucedido conmigo, sabes quién soy. Vuelvo al espiral, odio hacerlo, sabes que todo está bien, sabes cuánto te amo, perdóname por reaccionar de esta manera, tengo miedo de caminar solo. Entiende que no puedo estar sin ti. No te puedes ir. No puedes dejarme. ¡No puedes!

     Escrito por: 

                      Edson Andrés Londoño

Ya nada es

Siempre pensamos en el amor como algo fenomenal, siempre creemos en lo asombroso que es. De chicos lo idealizamos, amor sin condiciones, sin límites, sin nada más que eso. ¡Qué decepción! Qué golpe de realidad más grande nos damos, yo me pregunto por qué el crecer está ligado al sufrimiento, y es que de chicos estamos bien… yo lo estaba, lo estaba. Mi rostro ha cambiado, mi piel lo ha hecho, la experiencia se hizo campo en mí, me ha maldecido, me ha escupido y dejado en el lodo, despojado de todo, desnudo al mundo, desnudo al dolor, odio lo que deseo, me duelen tus decisiones, tú amas de una forma que yo no conocía, no tenía instructivo para poder seguir matándome contigo.

El dolor no llega hasta que alguien se posa en el corazón y se va, y te vuelve mierda, y te destroza, y hace de ti lo que quiere, lo hace sin importar nada. El amor es cruel, algo que sólo los locos están dispuestos a afrontar, un salto al vacío, a ciegas. Nadie nos garantiza felicidad eterna, he conocido a quienes prometen y es basura. El amor no se promete se construye, quien promete fallará.

No hay nada más fuerte que un corazón dolido, no hay nada más débil que un corazón herido. El vacío se expande, ese dolor profundo, como si no se pudiese respirar, el sonido de la inocencia desquebrajándose en mil pedazos, se empieza a conocer las consecuencias del amor. Conozco ese sabor amargo y salado de las lagrimas enamoradas, nunca pensé estar sentado remendando mis heridas, despojado de todo, sentadito, abrazando a mi ser como si no hubiese un mañana, asustado de mi alrededor. El enamorarse es una condena, un corazón atado al dolor, un círculo vicioso, una nada, una condena a repetir.

     Escrito por: 

                      Edson Andrés Londoño