Somos

Mírame lleno de estrellas, cargadas de tristeza, inocencia y soledad, mírame, llorando a la luna, pidiendo una noche más, que se perpetua, que nunca termine, nunca será así, siempre muere, siempre llegará la tristeza, siempre habrá un final. Mírame en la miseria, en el despojo sin ti, lleno de excesos y de carencias, lleno de nada sin tu compañía, la puerta separó nuestro destino, un beso amargo nos distanció, dos desconocidos con recuerdos en común, dos desconocidos con historias sin fin; el amarte siempre ha sido mi inspiración, mi tentación, mi orgullo, el amarte ha sido mi salvación, no puedo utilizar el pasado para expresar mi amor, en mi corazón no hay pasado para nosotros. Perdóname por ser así, tengo miedo a salir de nuestro amor, perdóname por convertirte en esto, el tiempo sin ti se ha vuelto nada, el mundo ha caído para mí, mi mundo somos nosotros, no hay mejor futuro sin ti, no hay nada sin ti, no hay un yo sin un tú; he renunciado a vivir, he renunciado a todo por ti, vivir no es vivir si tengo que estar sin ti.

Ahora después de todo, mírate, que suerte he tenido, mira la miseria en la que me has convertido, un perro a tu lado, un animal lamiendo sus heridas, curando su herido corazón, curando heridas abiertas y aún así no importa, siempre estarás antes que yo. Ahora vuelves, tus labios no son los mismos, vuelves con las alas rotas y no me importa, vuelves con el corazón tímido,  has tenido piedad de mí, hemos sido nosotros otra vez, hemos sido mi anhelo, hemos sido una historia, una canción que se ha escrito entre dos. Estuve rezando en soledad por este momento, rogando por el pasado que ha sido mi presente, y ahora aquí estás, cumpliendo mi deseo a las estrellas; vuelvo a ser tuyo, volvemos a ser nuestros, uniendo hilos del destino, siendo lo que en principio fuimos y que hasta no sufrir no pudimos apreciarlo.

     Escrito por: 

                      Edson Andrés Londoño

El precio del recuerdo

Y cuando el silencio se posó junto a mí, cuando ansiosos esperábamos la llegada de la noche, cuando eso sucedía yo estaba en el suelo, llorando cual bebé, cuando la noche tocó mi puerta me fue inevitable preguntarle sobre nosotros, sobre todas las promesas incumplidas, sobre el felices por siempre que no llegaría, repasé todas y cada una de las situaciones que nos llevaron a esto, que nos condujeron a la nada, tratando de encontrar una estrella en la oscuridad pero no la hubo, el silenció me abrazó y la noche fue cómplice, fue amiga, fue recuerdos, y ahí me detuve sin nada más qué hacer, sin nada más qué pensar, sintiéndome a mitad del invierno, congelado hasta el tuétano, en solitario con mis penas, con mis lágrimas, me siento como aquel hombre que nunca fui, dependiente, dependiente de la indiferencia y el rechazo, dependiente de ti.

Algunas veces entiendo que ya no seré lo que fui, que  por más soleado que esté el día éste se volverá gris y frío, y es que cada vez que te recuerdo mi tristeza aumenta, y es que cada que recuerdo mis ojos se iluminan, mi piel recuerda la tuya, coincidencias de la vida el haberte encontrado; encontraste sentimientos en mí que por tiempo atrás creía muertos, que sorpresa el habernos encontrado. Hay noches en las que camino por las calles, la música retumba en mis oídos, me aleja del exterior, me transporta a ti, cada canción y letra te trae a mí, cuán difícil es vivir con peso en el corazón, con el peso del recuerdo.

     Escrito por: 

                      Edson Andrés Londoño

Punto final

Cuando cerró la puerta sabía que no habría regreso, allí terminaría todo, se había cansado de ir contra la corriente, cansado de sentir lo que sentía, de vivir lo que vivía, cansado de ser quien era, ¿por qué seguir luchando? No tenía razón alguna para… sí, sí había razón para seguir luchando; él sabía que había razón para seguir, él sí que lo sabía, aún así se rehusaba a aceptar, se rehusaba a vivir esa vida, a darle esa vida.

Él no quería más, estaba feliz, triste, enojado, eufórico, todo al mismo tiempo; nada lo calmaba como Victoria, era feliz con ella, alegraba sus días; su sonrisa, sus ojos color esmeralda, su cabello rizado, toda ella le hacía feliz, toda ella era su felicidad. Sentado en su cama, sentado allí pasaba una y otra y otra vez las manos por su cabeza, se ahoga en su ser, en sus emociones, ya lo habían estado acabando, no quería intentarlo más, estaba desquebrajado, el peso en su corazón lo dejaba inmóvil, los nudos en su garganta lo ahogaban; recordó los besos, las caricias, el frío invierno colarse hasta su tuétano, el olor de las rosas en primavera; <<Todo es tan fugaz>> pensó mirando al vacío. En ese momento buscó en la mesita que tenía al lado una pluma y papel, apoyándose en ella las lágrimas empezaron a brotar, esas lágrimas sabor a nostalgia, lágrimas con sabor a adiós.

“Nada ha sido más perfecto que esto, tú lo has sido, si hay otra vida quiero vivirla contigo, esta no pude, no me pertenecía”.

Por un momento sintió el frío de la muerte posarse en sus labios, luego dejó de sentir… el ruido incesante que habitaba en su ser se calmó, todo quedó en silencio, ese silencio que en vez de calma despierta miedo, ese miedo lúgubre que encoge cualquier valentía, la habitación se vistió de sombra, él ya no era, ya no estaba, las sabanas blancas quedaron marcadas, el rojo de su ser pintaba la cama.

     Escrito por: 

                      Edson Andrés Londoño