Cuéntales

Cuando todo está hecho no hay nada qué hacer, todos los porqués son nulos, se vuelve al inicio, a un cero… Hasta me es gracioso el tan sólo pensarlo, a decir verdad nada vuelve a ser lo mismo, una grieta que nunca se cierra, un vacío que sólo se aprende a tolerar. No es posible destruir un sentimiento, este sólo disminuirá en intensidad, con el tiempo cesará, pero en cuanto este tiempo no se cumpla viviremos desolados en el desierto más recóndito de nuestro ser, envueltos en la arena de la desilusión; que extraño es todo, como un ‘cualquiera’ se convierte en un ‘necesario’.

Son los momentos, todos y cada uno ellos los que hacen mutar nuestros sentimientos, son ese puente entre el gusto y el querer, son estos los que hacen aflorar esa sensación responsable de las mariposas. Es el tiempo quien hace que todo suceda y acabe, paradójico es que el corazón no lo entienda, que tonto, absurdo desde la lógica, y es que aún siento cada beso dado, tortuoso es desear una caricia, doloroso en determinada forma el mirarme al espejo y recordar, recordar que fui feliz, que lo fui contigo, que no me importaba nada más, solo tú, con todas y cada una de tus imperfecciones y errores, ahora puedes decirles, diles, a cada uno de tus demonios que temo, miedo siento al preguntarme quién les amará tanto como yo.

     Escrito por: 

                      Edson Andrés Londoño

 

El reflejo

No sé cómo empezar algo a lo que en veces anteriores he querido darle final, no soy diferente a cualquier persona, soy del grupo de la gente ordinaria, ese soy yo. Durante mucho tiempo he contemplado todas las ideas vagas que andan por mi mente, durante mucho tiempo he estado replanteándome lo que quieren de mí y lo que quiero yo, lo que deseo y pienso. He conocido tantas mascaras mías, he inventado tantas, siempre dividiendo mi alma para poder ser indescifrable, tanto que ahora no sé quién soy, tantas piezas que se me hacen imposible armarlas para descubrirme, un rompecabezas agotador e interminable, muchas personas he visto y conocido, a cada una de ella he dejado ver una pieza, a cada una de ellas les he dejado una verdad y una mentira.

Vivo tras una pantalla imaginaria, tras una máscara de porcelana china con millones de fisuras, siempre me pregunto qué debo hacer y a dónde debo ir, pero la respuesta siempre parece más lejana desde la primera vez.

Los excesos se inventaron para llenar vacíos en nuestras vidas, por estos últimos días he descubierto varios, he de decir que si mi yo moralista de años atrás estuviera vivo tal vez me abofetearía hasta que mis mejillas sangrasen, pero él murió hace tiempo, o tal vez esa es solo una pieza de las muchas que hay, tal vez una de esas se basa en aparentar, no soy capaz de desnudar mi alma porque no sé dónde está.

El orgullo es el pecado más grande, no tienes más salida que ahogarte con su peso, también tengo mucho de él, mucho de aquello que al aparecer no es bueno, me miro al espejo y no veo más que aquel sujeto, este que no desearía ser y se posa en alma y cuerpo sobre lo que debería ser diferente.

No sé si soy un ser triste, feliz, con o sin amor,  cada día que transcurre lucho por descubrirlo y de eso se trata el camino, de ahí vienen las sorpresas, siempre miro al firmamento, miro al horizonte buscando respuestas, buscando eso que no sé qué será.

     Escrito por: 

                      Edson Andrés Londoño

Los rompecorazones

Entonces pude atravesar su fría mirada, pude cruzar sus cristalizadas pupilas, miré más allá de lo que ella me lo permitió, la descubrí, sentí todo el calor que guardaba dentro, sentí el dolor que la atormentaba cada día, vi cada lágrima que su melancólica alma derramó, pude conocer todo lo que era por dentro de ese armazón, ese muro que había construido después de tantas decepciones, ella me abrió sus puertas y me convirtió en su guardián; nunca la defraudaría, jamás se me cruzaría el herirla.

¿En qué momento nos convertidos en aquello que dijimos nunca seriamos? Todos somos unos rompecorazones, todos sufrimos y hacemos sufrir. En este momento recuerdo como su corazón latía con más fuerza cuando estábamos juntos, yo la abrazaba, nada le volvería a suceder, eso le prometí, eso le incumplí, la abandoné, me odié, yo cambié y ella también lo hizo, ella se enamoró y yo quedé  errante, vagando por el crudo desierto del karma.

     Escrito por: 

                      Edson Andrés Londoño