Días de invierno

Nunca me ha gustado el frío; la ausencia de calor me recuerda lo ausente e inanimado de mi ser. Aquella sensación tiritante, una constante que se extiende por casi cuatro meses.

Nunca me ha gustado sentir la nieve, ese tormentoso granizo disfrazado de suavidad, ese hipócrita evento que solo nos entretiene para luego convertirse en insoportables pilas de hielo, nefastas y estorbosas.

Nunca me han gustado los vientos de invierno; te congelan hasta el tuétano, sin piedad golpean lo que pueden de ti, se cuelan sin permiso alguno.

Nunca me ha gustado escribir, aun así, lo hago. Nunca, nunca me ha gustado llorar, y aun así lo hago. Nunca me ha gustado enrollarme entre sábanas y sofocar mis emociones al unísono del silencio. Nunca me ha gustado el sabor de las lágrimas bajando por mi garganta, aun así… incontables veces las he degustado.

Nunca me han gustado las personas y su constante esfuerzo por decepcionarte. Nunca me han gustado los besos mentirosos, dulces labios que prometen eternidad. Nunca me han gustado esos abrazos gélidos que prometen compañía. Nunca me ha gustado la manera en que amas, y nunca me ha gustado el amarte.

Escrito por: Edson Andrés Londoño.

El arte de esperar

He estado amando pieles que no me corresponden, he estado tratando de penetrar corazones de acero, recibiendo hiel en potecitos de caramelo, he estado creando ilusiones sobre personas efímeras, depositando esperanza en estrellas fugaces. Tanto he estado dedicándome a extraños, que ahora, con una sonrisa lastimera me he convertido en el arlequín del corazón roto.

Y es que mí torpeza ha sido creer en aquellos que prometen, estos que van por la vida creando vidas con ajenos a sabiendas que sólo desean pasar las 12:00 am. Y es me he dedicado a ser robado, mutilado, a andar descalzo por caminos de vidrios de rotos, me he convertido en el juguete de papel que ha sufrido mil y un infiernos, aquel que se ha convertido en cenizas gracias a la esperanza encendida que reiteradamente grita que hay alguien afuera, que hay alguien más allá dispuesto a sentir lo que he sentido, a entregar lo que yo estaría dispuesto también a entregar. Es esta esperanza la que me mantiene aún a rastras por este doloroso camino, haciéndome amar la rosa aún con todas las espinas incrustadas en el alma.

Escrito por: Edson Andrés Londoño.

Una nueva historia

Cuando la puerta cerró supe que era el final, todo los días vividos, el posible futuro que me había imaginado contigo, todo, absolutamente todo se había destruido, que fatídico suceso estaba viviendo, con una sonrisa temerosa te despedía, un sabor amargo viajaba por mí garganta, las palabras nunca me fueron más difíciles de pronunciar.

Podría decir que no hay nada más cruel que vivir en la realidad, es horrible, te obliga a decidir, a decir adios, a aceptar el dolor, el abandono, te obliga a herir; he de decir que jamás quise conocerla pero siempre hemos de hacerlo, un poco de su amargo sabor. Mí cuento se cayó a pedazos, las sonrisas se desvanecieron y las lágrimas empezaron a rodar, y es que siento como en el pecho se posa un ancla, no puedo respirar, siento como se me recoge el corazón, como culpándome por haberle expuesto nuevamente, mirándome con inocencia e ingenuidad, abrazándose así mismo se contrae escondiendo el dolor, a gritos me pide no permitir más heridas, sus gritos se ahogan en mí garganta impidiéndome respirar, que vacío más tortuoso siento en mí.

Se dice que el tiempo es la cura a muchos dolores, ahora mismo creo que es erróneo, no es el tiempo, es la costumbre a su ausencia lo que me ha hecho entender que no vale la pena ya sufrir, es la costumbre a despertarme cada mañana sin un mensaje suyo; es ella quien me convence que la resignación es la salida.

Todo final es sólo el comienzo de una nueva historia, ahora lo puedo entender, cuando la puerta cerró se dio paso a un «yo» sin un «tú», un «yo» que todavía está en un proceso de re-encuentro, un «yo» que ahora sonríe y acepta las bienvenidas y los adioses.

Por: Edson Andrés Londoño