Me despierto, tan somnoliento como siempre, el reloj marca las 5:00 Am, el sol no ha despertado y yo voy camino a la ducha. Hoy, por extraño que parezca, puedo disfrutar el baño, siento como cada gota recorre mi cuerpo, hoy por extraño que parezca no soy un minino, ajeno al agua.
Hay días en lo que ni noto como me visto, hoy, por el contrario, analizo cada botón de mi camisa, la cremallera del pantalón, su sonido, el algodón de mis medias, los suaves que son; hoy, por extraño que parezca, cada segundo se detiene para contemplarlo, no tengo prisa, no quiero tenerla.
Hoy, como todos los días, me dirijo al trabajo, las nubes me persiguen y no me importa, hoy mis sentidos se conectan al entorno, cada paso los mezclo con la música que escucho, ¡qué música!
Hoy la puerta hacia mi trabajo parece más grande, más rígida, más temible; tengo la idea de que caerá sobre mí, me aplastará. Doy, uno a uno, pasos hacia atrás; saldo despavorido, esto mientras repaso los días que he pasado en este trabajo, esta miserable labor que me ha consumido en una nefasta monotonía, y es que hoy no quiero, hoy quiero perderme, ir a donde nunca antes lo he hecho, hoy quiero tiempo para mí.
Hoy quiero caminar hasta que mis pies sangren, quiero volar, quiero ver lo que por mucho tiempo he ignorado, quiero sentir, quiero vivir, quiero respirar; hoy quiero soñar, ¡maldita sea! ¡Hoy quiero soñar! quiero pensar que hay algo más allá, algo fuera de esta burbuja tóxica en la que he enclaustrado, he estado viviendo, pero no he estado vivo.
¿Qué somos tras vivir con el alma rota? Aun no comprendo cómo puedo estar hecho mierda y sonreír sin mayor esfuerzo, aun no comprendo en qué momento mi esperanza se suicidó. Y es que no sé por qué toda mi maldita ha vida ha sido un desastre, he tratado de ser la mejor versión de mí y aun así no ha sido suficiente, he vivido en círculos, he vivido… ¿he vivido? ¡DIOS! Perdón, perdón, una y mil veces, tal vez no he tenido el valor, tal vez no he… tal vez no nací para ser feliz y aún así no quiero seguir cayendo, hoy quiero decirme adiós, hoy quiero pedirme perdón, perdón por no tener valor, por permitir que se me marchitara, por dejar apagar aquella llama que un día habitó en mí.
Mientras voy cayendo mi corazón se acelera, mis venas empiezan a sentirse calientes, mi cuerpo siente un cosquilleo, en ese momento, y mientras me precipito al vacío, me levanto.
Y es que hoy, como todos los días, mi vida se sumerge en lo que han sido los últimos diez años, un deseo incesante, pero sin la dureza para hacerlo. Morir.
Escrito por:
Edson Andrés Londoño