Efímera musa

Y allí estaba yo, pequeñito, corriendo en las esquinas de su frio corazón. Nada podía hacer contra aquel invierno, la llama no era basta, la llama no era mutua…

Recuerdo aquel día como si hubiese sido ayer; una primera vez que  ahora deseo jamás hubiese ocurrido. La vida en rosa, así es la vida de los enamorados, sí, de los enamorados, la vida nunca es rosa para el enamorado, para aquel idiota que daría la vida por amor, la vida nunca es justa para aquel que está dispuesto a dar su alma por aquella persona. Que cruel es la vida, que crueles son los hilos del destino con aquel desgraciado, aquel que va sediento de amor.

Recuerdo el primer beso, ese primer beso sabor frambuesa, aún puedo saborearlo aunque… ahora me sabe amargo. Ahora sin significado alguno pero con todo el sentimiento del mundo, duele, en verdad duele.

Recuerdo aquel adiós, vaya que sí lo recuerdo, ese descarado adiós que se posó en tus carnosos y rojos labios, es un maldito, nos separó. Ese día las nubes se entristecieron, ellas sabían, mejor que yo, que nada sería igual, que todo en mí cambiaría. He de decir que yo también lo supe, pero me rehusé a que mi vida dependiera de aquella mujer, ella no me arrebataría más que algunos días. Pero que ingenuo, esa mujer es de nunca olvidar, de aquellas que hacen sangrar, que muestran el cielo y el infierno. Hermosa Eva de cabellos rojizos.

Los días siguen. Los días continúan, y como cuchillas se incrustan en mi piel. Y qué triste, qué bello, fugaz y enfermizo. Danzas en mi cabeza cual ninfa, perfecta te veo. Mi efímera musa, te quedaste en mi alma y abandonaste mi piel. Con un adiós me diste un recuerdo, que sólo la muerte podrá borrar.

Por: Edson Andrés Londoño

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