Y cuando el silencio se posó junto a mí, cuando ansiosos esperábamos la llegada de la noche, cuando eso sucedía yo estaba en el suelo, llorando cual bebé, cuando la noche tocó mi puerta me fue inevitable preguntarle sobre nosotros, sobre todas las promesas incumplidas, sobre el felices por siempre que no llegaría, repasé todas y cada una de las situaciones que nos llevaron a esto, que nos condujeron a la nada, tratando de encontrar una estrella en la oscuridad pero no la hubo, el silenció me abrazó y la noche fue cómplice, fue amiga, fue recuerdos, y ahí me detuve sin nada más qué hacer, sin nada más qué pensar, sintiéndome a mitad del invierno, congelado hasta el tuétano, en solitario con mis penas, con mis lágrimas, me siento como aquel hombre que nunca fui, dependiente, dependiente de la indiferencia y el rechazo, dependiente de ti.
Algunas veces entiendo que ya no seré lo que fui, que por más soleado que esté el día éste se volverá gris y frío, y es que cada vez que te recuerdo mi tristeza aumenta, y es que cada que recuerdo mis ojos se iluminan, mi piel recuerda la tuya, coincidencias de la vida el haberte encontrado; encontraste sentimientos en mí que por tiempo atrás creía muertos, que sorpresa el habernos encontrado. Hay noches en las que camino por las calles, la música retumba en mis oídos, me aleja del exterior, me transporta a ti, cada canción y letra te trae a mí, cuán difícil es vivir con peso en el corazón, con el peso del recuerdo.
Escrito por:
Edson Andrés Londoño