Muriendo en vida

Nunca habría sospechado que estaría en esta situación, jamás habría pensado que aquel amor me llevaría a esto, cuan ingenuo fui, el entregar el corazón no es bien visto por estos días, el amar ha sido devaluado a nada, nunca hubiese pensado que dejarías una herida tan grande en mi alma, ha sido un vacío constante, una agonía eterna, te has llevado gran parte de mi juventud.

He iniciado un par de veces, nunca he sido capaz de reiniciarme, capaz de olvidar, capaz de borrar el miedo que siento al ser yo, el pavor que siento por ser lastimado, no he sido capaz de volver a saltar a ciegas, esperando, confiando en que alguien me detendrá, el recuerdo del abandono siempre está; pensé encontrar el amor, su precio estuve dispuesto a pagar, no alcancé, he entendido que el dolor es la manifestación fallida del amor. ¡¿Dónde estás viejo yo?! ¡Te extraño! Extraño el cómo nos reíamos, el cómo éramos felices,  el cómo sin hipocresía mostraba una sonrisa, sin miedo a nada, sin pensar en las heridas.

Ahora camino sin rumbo alguno, preguntándome qué haré, qué podré esperar del mundo, de las personas que a mí se acercan, lo he intentado, por Dios que sí lo hecho, he rogado que se aparte de mí todo miedo, mis oraciones no han sido escuchadas. Y es que sí, las historias de amor sí existen, pero más vale no creer en ellas, no todos están dispuestos a vivirlas.

Por: Edson Andrés Londoño

Café, mentiras y un sofá

La mañana estaba fría, las nubes ocultaban al sol que angustiado se esmeraba por dejar escapar algunos rayos, ello sin éxito alguno. Recuerdo que estaba sentando en aquel sofá, su preferido, aquel sofá café, siempre calentito; el frío que se colaba por el balcón desaparecía entre las fibras de aquel mueble. Ella estaba en la cocina, la podía ver con el rabillo de mi ojo izquierdo, el olor a café delataba su preparación, cada paso que daba se podía oír con claridad, el humo que salía de las dos tazas que traía era increíble.

Después de unos segundos estaba en frente mío, me pasó una taza, luego se sentó a mi lado, recogió sus piernas y se recostó levemente en mí.

-¿Me amas? –susurró.

El frío que se colaba por la ventana se coló también en mí, el hielo recorrió todo mi cuerpo, sentí como el tiempo se detuvo, no supe qué responder, ahí estaba ella esperando por la respuesta correcta, tan fácil para muchos, tan sencilla al parecer, pero no, no lo era, un nudo se atravesó en mi garganta, mis manos temblaban, podía ver las hondas que se formaban en la taza de café. ¿Cómo decirle que no la amaba? Cómo decirle que había aprendido a quererla, que con cada mañana que había pasado desde la primera vez me había ido acostumbrando a su presencia, y es que mi corazón no le pertenecía, él se había quedado adherido hace bastante tiempo atrás, había quedado atrapado y nunca había vuelto. ¿Cómo echar a perder todo? No, no podía. El tiempo volvió a correr.

-Claro que te amo. –le respondí dando un beso en su frente.

Por: Edson Andrés Londoño

En tu recuerdo mi perdición

No sé qué me hace más daño, el seguir amándote o el querer olvidarte. Y es ahora no sé qué es peor, ahora me encuentro con tu ausencia, brindando por lo que fue y lo que no será, tu ausencia luce aún más bella, el recuerdo ha perdurado todo este tiempo, mi memoria nos ha transformado en aquello que nunca fuimos. Nosotros.

Aún me pregunto por qué, todos los malditos días me pregunto por qué nada es como debería ser. Me esforcé por ser lo que esperabas que yo fuese. Nunca me sentí lo suficiente para ti, ¿así se siente el amor? ¿Así se siente el amar? Por este tiempo el corazón me pesa, lleno de melancolía, lleno de tristeza y desilusión.

Y si no es amor lo que siento, ¿qué siento yo por ti? El amor duele, duele el enamorarse, duele estar contigo y sin ti. Me he convertido en el rey de los antifaces, me he convertido en un montón de caretas, esas mismas que se caen en mi soledad, esas que me dejan a la intemperie con mi miseria, ya no sé quién soy, ¿en qué me has convertido? ¿En qué me he dejado convertir? Y es amar como siento que te amo no es bueno, desear como te deseo me ha destruido. Mendigo de tus besos, maldito vagabundo, sin destino, sin parada, a la deriva de tus acciones, dominado por el corazón. Mintiéndome para sobrevivir, ya la vida ha dejado de ser vida.

Por: Edson Andrés Londoño

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