Entonces pude atravesar su fría mirada, pude cruzar sus cristalizadas pupilas, miré más allá de lo que ella me lo permitió, la descubrí, sentí todo el calor que guardaba dentro, sentí el dolor que la atormentaba cada día, vi cada lágrima que su melancólica alma derramó, pude conocer todo lo que era por dentro de ese armazón, ese muro que había construido después de tantas decepciones, ella me abrió sus puertas y me convirtió en su guardián; nunca la defraudaría, jamás se me cruzaría el herirla.
¿En qué momento nos convertidos en aquello que dijimos nunca seriamos? Todos somos unos rompecorazones, todos sufrimos y hacemos sufrir. En este momento recuerdo como su corazón latía con más fuerza cuando estábamos juntos, yo la abrazaba, nada le volvería a suceder, eso le prometí, eso le incumplí, la abandoné, me odié, yo cambié y ella también lo hizo, ella se enamoró y yo quedé errante, vagando por el crudo desierto del karma.
Escrito por:
Edson Andrés Londoño