Mirada al abismo: benvenuto

Desde algún tiempo hacía aquí he cuestionado mí capacidad de querer, mí capacidad de entablar una relación, desde un tiempo hacía aquí me he culpado por ello, he culpado a quienes me han obsequiado experiencias de temor, a esos que me han dado estocadas de dolor, lo odio, odio sentirme aquel tonto que no podrá.

Me he despedido un par de veces, me he enamorado una y torturado todo lo que llevo de vida; cuan complicado se ha tornado todo esto. Ahora mismo me cuesta el confiar, me cuesta pensar que alguien se fijará en mí, que habrá una segunda vez. Algunas veces siento la necesidad de tener una relación, cuan lamentable me he vuelto, que decepcionante es mí situación, camino sin pensar en más, algún día llegará… alguien lo hará.

¿No resulta interesante el cómo todo puede cambiar de un momento a otro? La vida no es más que una ruleta, una montaña rusa, llena de altas y bajas, un simple juego al cual debemos tomarle gusto. Hoy me he despertado abrigado por los rayos del sol que se colaron por la ventana, hoy la luz me resultó amigable, las melodías de los pajarillos en las cuerdas eléctricas parecían casi celestiales, una sorpresiva sonrisa se plasmó en mí rostro, una imagen se retrataba en mi mente, sí, era su imagen, su silueta, todavía estaba viviendo aquella cena, todavía podía oír su voz contando su vida, el cómo articulaba cada palabra, me perdía en sus labios, aún más cuando los rozaba con sus dientes dándoles un ligero mordisco.  

Cuando salimos de aquel restaurante la noche parecía más cálida, las estrellas brillaban más de lo normal, decidimos caminar hasta un parque; yo no hacía más que mirarle, perderme en sus pequeñitos ojos; de repente y como si hubiese leído en mí rostro el deseo por besarle, se abalanzó sobre mí, cerré los ojos mientras nos besábamos. No se alcanzan a imaginar lo que experimenté en ese momento, esa conexión absoluta, esa sensación que te invade de pies a cabeza, el sentir cómo tu sangre fluye con más intensidad llevándote a un clímax.

Durante mucho tiempo he oído que no hay edad o tiempo preciso para enamorarse, no es cuestión de lo que vivas con una persona sino cómo lo vives, cómo lo sientes; supongo que es posible enamorarse por segunda vez pues lo que hubo en ese momento fue para mí un renacer, vivir ese deseo de congelar el tiempo, de detener la vida y quedarme ahí, con él, besándole, mirándole.

El reloj marcaba las 3:00 AM, ya en frente de mí casa me abrazó, me tomó de las mejillas y me besó, «Me ha encantado conocerte» – dijo. Mi cuerpo se tornó frío en el momento que sus brazos se separaron de los míos, había sido lo más bonito que durante algún tiempo había podido experimentar, esas palabras, esa mirada, no había gravedad que pudiera afectar mí felicidad.

Hoy me despertado recordando, viviendo la noche anterior, disfrutándola; hoy me despertado sin muros emocionales, con ganas de saltar al vacío, sin miedo alguno a lo que pueda suceder, hoy me he despertado sonriendo mientras él se pasea libremente por mí mente.

Mirada al abismo: emocionado

¡Descargué Tinder!

¿No les ha pasado que cuando están aburridos empiezan a husmear en las redes sociales? Que Facebook, revisan quién les ha escrito, inclusive responden mensajes de meses, y por qué no, de años; Instagram también es una opción, bandeja de entrada, solicitudes de mensajes… bueno empiezan a buscar entre todo lo que haya con tal de una mediana, o con suerte, una buena conversación.

El punto es que a mí me sucede muy a menudo, cuando tengo bajonazos emocionales y cuestionamientos de si soy lo que alguien busca se me hace sencillo descargar ciertas aplicaciones; por ciertas me refiero a Tinder, me resulta lo más decente que se puede utilizar en tu misma ciudad, lo digo porque sabemos bien que hay otras que utilizamos en diferentes situaciones, aunque suena doble moralista ¿o no? Pero no me desviaré, lo hago con facilidad.

Bueno ya, retomando la situación, ¿por qué les cuento esto?, sucede que conocí a alguien, un chico, eso me ha hecho emocionarme, en serio que lo he hecho, jamás pensé que fuese a darme un me gusta de vuelta y es que tiene un rostro divino, una barba hermosa, unos ojos pequeñitos, o sea hicimos ‘match’ y aparte nos llamamos igual ¡por favor!, fue como: “Oh Dios, somos match, okay, okay, me calmo”. No sabía qué escribirle, a veces uno piensa de más las cosas, en mí caso me sucede todo el tiempo, aunque no quería parecer cortante pero tampoco confianzudo, el cómo alguien escribe muestra, creo yo, con qué se puede encontrar uno, tenía que ser un buen saludo, contundente, cordial y educado.

«Buenos días, ¿cómo está?». Lo sé, lo sé, ha sido un saludo de mierda, ya, que saludo tan seco, pero es que no quería parecer una persona, no sé, atrevida. El caso es que me respondió, he ganado, hemos estado hablando desde ayer y tengo que decir que me encanta, que sí, que sí, no debo apresurarme, sólo que me ha gustado mucho y para ser sincero durante algún tiempo eso no ocurría, supongo que me distrae de muchas cosas en las que me enfrasco, es bueno… espero.

Después de todo hemos quedado en conocernos, o sea he quedado en una cita, ¡Dios tengo una cita! Hace cuánto no tenía una cita, lo voy a echar a perder, ya me vi, me vi haciendo alguna estupidez. Estoy algo nervioso, algo no, estoy muy nervioso, espero todo salga bien, sí que lo espero; cenaremos pizza.

Mirada al abismo

Nunca me he caracterizado por ser una persona interesante, más bien soy un tipo simple, de gustos simples, básico en muchos aspectos; soy bajo, de hombros caídos, encorvado, ojos cafés que reflejan una mirada ida, mejillas colgando, cabello castaño y alborotado, que para colmo de males ha empezado a abandonarme. Nunca he sido de muchos amigos, bueno… nunca he sido de amigos, siempre trato de sonreír, de lucir amable, tal vez así no se me juzgará apresuradamente y aunque parezca que no me importara la verdad es que cada mirada de desprecio, cada rechazo, cada gesto odioso cala en mí, me destruye y descompone.

Algunas veces me pregunto en qué momento comenzó todo, trato de buscar, de escudriñar, me esfuerzo por descifrar si la respuesta se haya en algún rincón de mí mente, realmente me esfuerzo y es frustrante no poder encontrar la respuesta a algo que te hace daño, eso que se encuentra latente, que vive en ti pero le desconoces totalmente, y es que no podría afirmar una fecha, una hora, un año, simplemente fue creciendo, simplemente todo se fue acumulando, se ha ido acumulando hasta hoy. Muchas veces no sé cómo actuar, me castigo por mis pensamientos, me avergüenza aceptar muchas cosas porque a pesar de todo tendría que oír el sermón de muchos en cuanto a lo afortunado que soy, a lo grandiosa es que mí “perfecta” vida, todo eso visto desde su perspectiva, pero y qué hay de la mía, jamás alguien me ha preguntado yo cómo veo mí vida, mis días, cómo me veo, jamás ha sucedido.

Ahora mismo siento que no sucederá nada más, el vaso se ha desquebrajado, ya no hay sonrisa alguna que desee mostrar, las lágrimas se cristalizan en mis pupilas diariamente, me esfuerzo por contenerlas la mayor parte del tiempo, pero en la noche y cuando mí compañía se reduce a un cuarto vacío, es ahí cuando ya no puedo sostener la mentira, es ahí cuando todo se derrumba, es en ese preciso momento en que mis demonios me abrazan y rezan para que no despierte nuevamente. Supongo que debo ser compasivo conmigo y darme una oportunidad, no sé cuándo acabará, pero ya lo estoy contando…