Sin ti, conmigo

Y sentí que siempre estaría destinado a lo peor, a las sobras de los demás, a los corazones rotos, llenos de heridas, y llegué a la conclusión que siempre cargaría con cruces ajenas, cruces que se convertirían en mías por el simple hecho de amar a quienes no querían ser amados sino, más bien, querían ser sanados para luego volar. En ese preciso momento, acostado en aquel muelle, escuchando las olas, tumbado en aquella madera vieja, con el sol reflejado en mis ojos y la luz iluminando mi tez,  algo cambió.

En aquel momento sentí como las gotas del mar agitado se posaban sobre mí, abrazándome. Toqué mis manos y estaban secas. No, no era la mar, eran mis lágrimas, se esparcieron por mi rostro, y aunque no dejaban de brotar, era extraño, no había tristeza. Extrañamente un sentimiento de paz se había posado sobre mí. En aquel momento me amé.  Por mi mente nada pasó, todo estaba en calma, en aquel momento mi corazón decidió palpitar a su ritmo. Sin presiones, sin prisa alguna, decidió vivir. Me quedé allí por horas, apreciando como el sol se despedía, como se marchitaba con el pasar de los minutos.

La piel de lo que fui quedó tendida en aquel lugar, dejé que las olas se llevaran todo rastro de ti en mí. Caminé sin mirar atrás, nunca más permitiría ser la atracción de alguien más. Aprendí a amarme, a entender que no era un rompecabezas, uno al que por mucho le faltó una pieza para estar completo. Decidí querer, no necesitar. Decidí que no necesitaba amores para vivir, decidí que era yo, no tú.

Por: Edson Andrés Londoño

Twitter: @LondonoEdson
Instagram:@LondonoEdson